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“Mientras hay esperanza, hay vida”. Consideraciones para la prevención del suicidio.

  • 9 sept
  • 3 Min. de lectura

Conocemos el dicho popular de “mientras hay vida, hay esperanza”. Pero, en relación al tema que estamos considerando, convendría darle la vuelta y decir, “mientras hay esperanza, hay vida”. Porque la desesperanza, sobre todo cuando viene acompañada de la percepción de la muerte como única salida ante una situación límite, es probablemente el sentimiento más suicidógeno.


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La desesperanza no se manifiesta sólo como tristeza y desvalimiento. A veces puede venir enmascarada de ira, rabia o deseos de venganza. En todos los casos hay una expresión de gran sufrimiento o de angustia emocional donde la vida es ya insoportable y se percibe la muerte como la única vía de escape, ya sea del dolor físico o emocional, de la enfermedadterminal, de los problemas económicos, de las pérdidas afectivas o de otras circunstancias, como la soledad o humillación. Con esto estamos diciendo que la desesperanza tiene muchas causas. Una de ellas provosada por agravamiento de trastornos psisológisos como depresión, bipolaridad o  borderline o psicosis. Otras veces, la desesperanza surge frente el cumulo de tensiones vitales, como la conflictividad familiar, la pérdida de empleo y una situación económica desfavorable, el descubrimiento de un escándalo político o económico, los desengaños amorosos o el fallecimiento reciente de un familiar cercano.

 

Factores de riesgo

La depresión, acompañada de una profunda desesperanza, y el trastorno bipolar están presentes en, al menos, el 80% de los suicidios. El estado de ánimo melancólico es destructor porque la depresión-soledad y la autoagresividad se potencian entre sí y contrarrestan el deseo natural de vivir. Así, un 15%-20% de las personas con depresión pueden intentar un suicidio, sobre todo cuando son mayores, viven solas y han intentado suicidarse con anterioridad. Aveces, la depresión se asocia al dolor de una enfermedad física o miedo a tenerla en un futuro próximo, como puede ocurrir en el caso del diagnóstico de un cáncer maligno. Sin embargo, las enfermedades crónicas por sí mismas no llevan al suicidio, sino que son un factor de riesgo sólo cuando se acompañan de desesperanza

Los trastornos adictivos, como el alcoholismo, la dependencia de otras drogas y el juego patológico, sobre todo en las fases avanzadas y cuando hay una alta impulsividad de por medio, constituyen un factor de riesgo alto para el suicidio. En estos casos los pacientes suelen presentar una depresión secundaria, asociada a la falta de salida en una situación de deterioro físico y psicosocial que perciben como insuperable.

Los trastornos psicóticos están también muy asociados al suicidio. En general, el 25%-50% de los pacientes con esquizofrenia, condicionados por alucinaciones o ideas delirantes, pueden intentar suicidarse alguna vez en su vida. En ellos se da el suicidio impulsivo, quesurge de forma espontánea, imprevista y sin deliberación previa.

El trastorno límite de la personalidad (TLP), caracterizado por impulsividad e inestabilidad emocional, está muy relacionado con los intentos y conductas suicidas. Alrededor de un 10% de las personas con TLP se suicidan, mientras que el otro 90% tan sólo amenaza con ello o lo intenta, incluso varias veces.

Otro trastorno mental ligado con el suicidio es la anorexia, especialmente en mujeres en las fases avanzadas del trastorno, cuando son ya adultas jóvenes y han fracasado en el ideal inalcanzable de la perfección física. En el caso de las pacientes con anorexia suele haber una comorbilidad con la depresión, que, a su vez, es resultado del agravamiento del cuadro clínico, del aislamiento social, de la depauperación personal y de la falta de esperanza en el futuro

 

Factores de protección

Muchas personas pueden estar afectadas a lo largo de su vida por sucesos adversos, enfermedades crónicas dolorosas, trastornos mentales o situaciones de soledad y, sin embargo, se muestran resistentes a los pensamientos y conductas suicidas.

Esta capacidad de resistencia se relaciona con algunas dimensiones de personalidad, como una autoestima adecuada, una flexibilidad cognitiva o una impulsividad controlada, con una estabilidad emocional y con unos recursos psicológicos de afrontamiento apropiados, especialmente en el ámbito de la resolución de conflictos o de las habilidades sociales. Asimismo, el repertorio de valores del sujeto, de tipo religioso, espiritual o altruista, puede neutralizar hasta cierto punto los pensamientos derrotistas o la ideación suicida.

Ciertos factores sociales y familiares desempeñan también un papel protector. Así, por ejemplo, tener relaciones sociales ricas, estar integrado culturalmente, contar con apoyo familiar y tener hijos pequeños (sobre todo, en el caso de las mujeres) potencian la capacidad de resistencia ante el suicidio. Incluso los animales domésticos (los perros especialmente) pueden constituir un escudo protector contra las tendencias suicidas de sus dueños porque son expresivos, ofrecen compañía y alegran a sus dueños.

Un factor protector de gran importancia es ponerse a tratamiento médico o psicológico (y seguir adecuadamente las prescripciones terapéuticas) cuando una persona está afectada por un trastorno mental grave o por un dolor crónico.



Lic. Psic. Walter Torresi Lombardo


 

 
 
 

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